Hay heridas que no sangran, pero duelen. Hay recuerdos que no se cuentan, pero se sienten.
Y aunque intentemos seguir adelante, aunque digamos “ya pasó”, aunque la mente quiera olvidar... el cuerpo no siempre está listo para soltar.
Porque el cuerpo tiene memoria. Y muchas veces, lo que reprimimos, lo que negamos o lo que no pudimos procesar, se guarda en forma de tensión, insomnio, fatiga, enfermedades o sensaciones que no sabemos explicar.
En este artículo de Hogar Sana, no vamos a hablar solo de biología, sino de humanidad. Porque sanar no es solo pensar diferente. Sanar también es escuchar lo que el cuerpo está tratando de decirnos.
Cuando el cuerpo grita lo que la boca calla
Quizás te ha pasado…
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Un nudo en la garganta cada vez que hablas de cierto tema
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Dolores de espalda que llegan sin razón aparente
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Crisis de ansiedad que aparecen cuando "todo está bien"
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Un cansancio emocional que no se quita con dormir
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Incomodidad o reacciones físicas al estar cerca de ciertas personas o lugares
No es coincidencia. Es memoria corporal. Es tu cuerpo diciendo:
"Aquí hay algo que aún no has sanado".
El trauma no siempre es un evento... a veces es lo que no pudimos sentir
No todo trauma viene de un suceso grande y evidente. Muchas veces el trauma está en lo que no dijimos, en lo que tuvimos que tragar, en lo que vivimos en silencio.
En crecer sin abrazos. En tener que ser fuertes todo el tiempo. En aprender que “mostrar dolor era debilidad”.
Y así, lo que la mente enterró para sobrevivir, el cuerpo almacenó para proteger.
La ciencia lo confirma
Estudios en neurociencia y psicología somática han demostrado que las experiencias emocionales no resueltas quedan registradas en el sistema nervioso, en la musculatura, en la postura e incluso en la piel.
El estrés crónico, por ejemplo, puede alterar funciones digestivas, inmunológicas y cardiovasculares.
El cuerpo no distingue entre una amenaza real y una emocional no resuelta. Reacciona igual: se tensa, se cierra, se protege.
Escuchar al cuerpo: el primer paso hacia la sanación
No se trata de buscar culpables. Se trata de hacer las paces con uno mismo/a.
De dejar de luchar contra el cuerpo, y comenzar a hablarle con amor y paciencia.
Porque cuando aparece un síntoma, no es para castigarte.
Es una invitación:
"Mírame. Escúchame. Aquí hay algo que necesita atención."
¿Cómo comenzar a reconectar con el cuerpo?
Aquí no hay fórmulas mágicas, pero sí caminos que puedes empezar a recorrer con compasión:
1. Observa tus síntomas con curiosidad, no con juicio
¿Qué parte de tu cuerpo te habla con más frecuencia? ¿Qué sientes ahí? ¿Cuándo comenzó?
2. Dale espacio a tus emociones
Permítete llorar, enojarte, soltar. No todo necesita explicación. Algunas emociones solo necesitan espacio para expresarse.
3. Practica el movimiento consciente
Caminar, bailar, estirarte, hacer yoga o simplemente respirar profundo puede ayudarte a desbloquear emociones atrapadas.
4. Medita colocando tu mano sobre el corazón o el abdomen
Es un gesto simple, pero poderoso. Le dice a tu cuerpo: "Estoy aquí. Te veo. Te escucho."
5. Busca acompañamiento si lo necesitas
A veces, sanar requiere ayuda. Un terapeuta, una guía somática o un espacio seguro puede ayudarte a desenterrar sin volver a herirte.
El cuerpo no te traiciona, te protege
Muchas veces sentimos que el cuerpo nos “falla”. Pero la verdad es que hace lo mejor que puede con lo que tiene.
Si retiene, si duele, si se bloquea… es porque está tratando de mantenerte a salvo.
Lo que tú olvidaste para seguir adelante, él lo guardó para que un día, con amor, pudieras regresar a sanarlo.
El bienestar no es solo físico ni mental. Es también emocional y corporal.
Sanar no es solo pensar diferente, es también sentir diferente.
No es solo soltar el pasado, es también reconciliarse con él.
Así que hoy, te invitamos a hacer algo muy simple:
Cierra los ojos. Respira. Y pregúntale a tu cuerpo:
“¿Qué necesitas de mí?”
Quizás no responda con palabras, pero si estás presente, lo escucharás.
Y cuando el cuerpo se siente escuchado… empieza a sanar.
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